miércoles, 17 de octubre de 2012

DESAYUNOS CON RAYAS

Solía sentarme alegremente a desayunar viendo como amanecía.
Era precioso y placentero ver el Sol asomando entre las chimeneas del pueblo, llenando de nubes color salmón el paisaje. Eso cuando había nubes. O, si no, en medio de un cielo turquesa que tornaba a azul paulatinamente.
Ahora esto parece imposible, pues desde antes del amanecer, sobre todo si el cielo está despejado, lo que comienzan a aparecer son rayas y rayas. Paralelas unas con otras unas veces y otras haciendo enrejado.
Rayas que me desconsuelan porque rompen la armonía del nuevo día y porque no sé qué función real pueden tener encima de una ciudad. Me extraña tanto que pasen cuarenta aviones por el mismo sitio en menos de una hora y que todos necesiten expulsar etas estelas...
Parece que eso no importa o no lo suficiente. Hay una especie de "idiotización" al mirar al cielo, si es que lo miramos para algo más que para ver si nos llevamos el paraguas o el chubasquero. Nadie o casi nadie se da cuenta de lo anti natural de esas rayas.
A mí, que lo contemplo continuamente, me producen dolor de retina y de corazón. Chirrían mis sentidos.
Hoy os muestro el aspecto de otro nuevo amanecer. De mi desayuno con rayas.
Confío en que el viento, que parece querer rugir con algo de fuerza, arrastre estas indeseables rayas y diluya su efecto hasta la nada





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